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CAMPO DE TRIGO CON CIPRESES (VINCENT VAN GOGH)

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  Las nubes de van Gogh Las hay tranquilas, lentas y apacibles. También, inquietas e inconstantes que deambulan día y noche sin pausa. A veces parecen desaparecer. Otras, altaneras se suben a un pedestal o a la cima de una montaña para gritar a los cuatro vientos su omnipresencia. Muchas descienden desde los universos más recónditos, casi rozando las fauces de la tierra. Las hay blancas, pulcras, casi puras. Flacas y regordetas.  O las áridas que secan lo que tocan, con un dejo desértico lleno de espinas. Otras, en cambio, se enojan, se rozan y truenan. Pasan del gris tenue a una oscuridad que envuelve todo a su paso.  A veces, retumban hasta llorar de impotencia. Algunas son copos de nieve en pleno verano; momento en que el sol ilumina las gotas de rocío derramadas en el manto celeste; y pincelan una colorida sonrisa invertida, por donde suben y bajan gozosas para continuar, incansablemente, su marcha eterna. Por Andrea Sigal © marzo 2022

NATURALMENTE UTÓPICA (DENISE SÁNCHEZ #Naturalia)

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https://www.behance.net/denisesanchez Ya me habían hablado de ese lugar. Cada uno lo describía de manera diferente. El colorido de las imágenes iba variando según el discurso del hablante. Para algunos era como un mundo violeta rosado, para otros rosado con tenues luces anaranjadas y rojas. Para los unos eran paraísos azules aturquesados; y también estaban los que veían mundos verdosos repletos de luminarias, rodeados de frondosas naturalezas mutantes que danzaban sobre lienzos libres policromos y monocromos. Pero todos describían lo mismo: un mundo utópico, un lugar donde la felicidad te toca, te acaricia; donde los colores penetran en tu interior; donde el sortilegio existe; donde los imposibles pasan a ser utopías dables. Bicicletas de colores, arcoíris, fuentes, cascadas, lluvias, tempestades. Todo ahí mismo haciéndose realidad. Me obsesioné de tal manera, que no paré de averiguar en variadas empresas de viajes. Era imposible dar con Naturalia, ese lugar soñad...

MI BARRILETE (ANTONIO BERNI)

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“Juanito remontando un barrillete”, Berni, 1961 R e montar mi barrilete azul , rojo y amaril lo. Volverlo a ver brillar entre las nubes y los rayos del sol, como si el tiempo se detuviera allí mismo. Escuchar los pájaros libres vola ndo entre sus colores, pensando que él es uno más entre ellos. Y soñar que vuelo con todos y con cada uno , mientras escucho de lejos la voz de mi madre, dici é ndome que tenga cuidado de no caerme. Pero para qué cuidarme, si lo más hermoso del universo es cuando sus brazos se tensan para recogerme del piso. Y me da ese abrazo eterno con lágrimas en los ojos. Lágrimas del más profundo amor. Y esos amigos que, desinteresadamente, sin más pasión que jugar conmigo tocan a mi puerta sin esperar nada más que estar juntos, riéndonos, peleándonos, pensando en voz alta, porque la lealtad es un sello en este tipo de relaciones genuinas. Está sonando la campana de la escuela, corro, corro para llegar primero al kiosquito y saborear ese alfajor trip...

DETRÁS DEL ESPEJO (PABLO PICASSO)

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Mujer Frente al Espejo — Pablo Picasso Le colocaron en la puerta de la habitación de la clínica donde nació un moño color rosa. Rosa sería su vida. Rosa sería su corazón de niña tan anhelada por todos los miembros de la familia. Al año recibió su primera Barbie con su  auto deportivo rosado, y una casita mezcla de rojo y blanco. A los tres años la anotaron en un selecto jardín de infantes solo para chiquillas, con los juguetes más preciados ollas, sartenes, sets de maquillaje y peluquería, elementos para tejer, bordar y abrir la puerta para ir a jugar. Pero no sonreía. Sólo se dejaba llevar sin encontrar el trazo que le dibuje una sonrisa en su rostro melancólico. Terminó la escolarización primaria y secundaria con excelentes calificaciones, pero la felicidad estaba lejos de vislumbrarse. Nadie entendía, tan perfecta, tan sublime, tan condecorada; pero sin gozo. Bella como pocas, agraciada a la vista de cualesquiera que posarán la mirada en su esbelto cuerpo. Ese día festej...

EL GRITO (EDVARD MUNCH)

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El grito, Edvard Munch, 1893 Ellos se conocieron en la escuela secundaria, se vieron, se enamoraron, y ahora que ambos se estaban recibiendo de abogados, decidieron ponerle un anillo a este amor sentimental –profesional.  Estaban organizando la gran boda, ya tenían contratado el salón, acaban de elegir el menú adecuado, las parejas de padres reñían por la cantidad de invitados, por la ubicación de las mesas principales, por la disposición del entretenimiento y toda una serie de menesteres que traían más discordia que unión familiar. Los tortolos quedaron en encontrarse para repartir casa por casa las invitaciones, estaban emocionados, todos los recibían con una exquisita bienvenida, llena de deliciosos manjares. Ya no les quedaba espacio en sus vientres, ni les cabía una tajada más de nada. Y lo importante, era que sí les entrasen   los trajes confeccionados para la ocasión ceremonial tan próxima a la fecha. El novio, llevó a la novia a su hogar, la despidió con un c...

ECHANDO RAÍCES (FRIDA KAHLO)

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Raices (El Pedregal) Frida Kahlo, 1943 Hizo su bolso azul, tomó las pocas pertenencias que cabían en él y partió lejos de su casa. Quería encontrar un mundo nuevo, lleno de nuevos desafíos y oportunidades. Su vida era aburrida para sus nuevas expectativas. Se afianzó en esos nuevos horizontes, desarmó su bolso azul. Acomodó sus pocas pertenecías plácidamente. Al poco tiempo se fueron sumando una tras de la otra, y la otra de la subsiguiente. Ya estaba parada en la cresta de la ola, divisándolo todo desde lo alto, altiva, turgente, llena de éxito. Pero repentinamente giró su rostro arrogante hacia el ocaso del sol, y lo vio clarísimo. Estaba allí, relajada, tendida  en la tierra echando raíces. Plácida, acogida por el viento y por los rayos tenues del sol que la acariciaban mientras pensaba que se es donde se pertenece. Que el lugar es ahí, en ese rincón dónde aquel día armó el bolso azul. Por Andrea Sigal,  © 2020

EL SEÑOR DEL SOMBRERO OSCURO (RENÉ MAGRITTE)

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Decalcomania,  René Magritte,  ,1966 El señor del sombrero oscuro, así se lo conocía en su pueblo con mar, lugar en el que vivían unos pocos habitantes de longevas edades ¿Realmente alguien lo conocía bien?, era la pregunta del montón de arena.   No   tenía familia, ni hijos ni nada que se supiera. Su casa estaba casi tocando las orillas de las olas. Por las noches solo una luz tenue alumbraba su vivienda sombría por dentro;   y por fuera la luz de la luna remarcaba los bordes del marco casi espejado de los cristales. ¿Estaría allí posando su silueta apagada contra el frío vidrio? ¿O descansaría en algún rincón de su morada?   Por las mañanas se lo veía mirar por la ventana, pero nunca se acercaba hasta la playa, era   como un espectador de la vida ajena. No sonreía o al menos su sonrisa no traspasaba el cristal de su rosetón. Siempre alargado, con su traje negro, su peinado aburrido, como si cada día estuviese cortado por la misma tijer...