DETRÁS DEL ESPEJO (PABLO PICASSO)

Mujer Frente al Espejo — Pablo Picasso

Le colocaron en la puerta de la habitación de la clínica donde nació un moño color rosa. Rosa sería su vida. Rosa sería su corazón de niña tan anhelada por todos los miembros de la familia. Al año recibió su primera Barbie con su  auto deportivo rosado, y una casita mezcla de rojo y blanco. A los tres años la anotaron en un selecto jardín de infantes solo para chiquillas, con los juguetes más preciados ollas, sartenes, sets de maquillaje y peluquería, elementos para tejer, bordar y abrir la puerta para ir a jugar. Pero no sonreía. Sólo se dejaba llevar sin encontrar el trazo que le dibuje una sonrisa en su rostro melancólico. Terminó la escolarización primaria y secundaria con excelentes calificaciones, pero la felicidad estaba lejos de vislumbrarse. Nadie entendía, tan perfecta, tan sublime, tan condecorada; pero sin gozo. Bella como pocas, agraciada a la vista de cualesquiera que posarán la mirada en su esbelto cuerpo.
Ese día festejaba sus 18 abriles, no sabía qué carrera seguir en la siguiente etapa, sus padres ya habían pensado unas cuántas posibilidades por ella. Entre todos los regalos, se posó en uno especialmente. Era un espejo. Curiosamente, no tenía ninguno. Jamás pensó en mirarse, en profundizarse. Corrió sin pausa a colgarlo en una pared vacía en su cuarto, cerró la puerta y se miró como nunca lo había podido hacer. Y lo que vio fue algo sorprendente. No percibió lo que los demás veían al describirla. Era otra, se quedó atónica al poder descubrirse. Y dejó caer el velo que le cubría sus ojos. Y apercibió, que no era ella, al fin era él que le sonreía detrás del espejo.

Por Andrea Sigal, © 2020

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